
El fruto de una trayectoria milenaria que ha sabido labrarse un destino propio
Los Vetones, un legado en piedra.
06/06/2025El territorio vetón se extendía como un gran arco desde el sur de Salamanca hasta el norte de Cáceres, abarcando la práctica totalidad de la actual provincia de Ávila y adentrándose en zonas limítrofes de Toledo y Zamora. En Ávila, su presencia fue especialmente notable, dejando huellas desde las tierras llanas del norte hasta las escarpadas laderas del Valle del Tiétar.
Entre los vestigios más característicos de este pueblo destacan los verracos, esculturas de piedra que representan principalmente toros y cerdos. Estas figuras, talladas en granito con un estilo esquemático, servían como hitos delimitadores de territorios pastoriles y como señalización de los caminos de trashumancia que utilizaban para mover sus rebaños.
En la capital abulense, el imponente Castro de las Cogotas nos habla de su capacidad para crear asentamientos fortificados en lugares estratégicos, mientras que los famosos Toros de Guisando en El Tiemblo siguen desafiando al tiempo como testigos mudos de su cultura. Pero es en el Valle del Tiétar donde encontramos algunos de los yacimientos más interesantes, como el Castro de El Raso en Candeleda, un poblado perfectamente adaptado a la orografía serrana que conserva restos de murallas y viviendas circulares características de este pueblo.
Más al oeste, en la comarca de La Moraña, los vetones dejaron su impronta en lugares como el Castro de la Mesa de Miranda, cerca de Chamartín, demostrando su amplio dominio del territorio abulense. Mientras, en el extremo oriental de la provincia, en la zona de Burgohondo y El Barraco, aparecen restos que conectan con los asentamientos vetones del Alberche.
Los límites de su territorio traspasaban las fronteras actuales de Ávila: hacia el norte se extendían hasta Salamanca (con importantes yacimientos como el de Yecla la Vieja), hacia el oeste penetraban en Extremadura (como muestran los restos de Caparra), y hacia el sur llegaban hasta el norte de la provincia de Cáceres.
En el Valle del Tiétar, además del ya mencionado Castro de El Raso, encontramos indicios de su presencia en lugares como Piedralaves, donde aparecieron restos cerámicos, o en La Adrada, que conserva memoria de un verraco hoy desaparecido. La toponimia de la zona también guarda recuerdos de este pueblo, con nombres de lugar cuyo origen se remonta a tiempos prerromanos.
La romanización no acabó completamente con su legado. Muchas de sus técnicas ganaderas, adaptadas perfectamente a las condiciones del terreno, sobrevivieron durante siglos, y algunos estudiosos ven en ciertas tradiciones populares de la provincia ecos lejanos de su cultura. Hoy, los vetones nos siguen hablando a través de las piedras que trabajaron, de los lugares que habitaron y de los paisajes que supieron entender como nadie antes que ellos.
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