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Historia de Pedrobernardo

Pedro Bernardo

30/01/2025El Diario del TiétarEl Diario del Tiétar
Pedro-Bernardo-piscina-el-risquillo

paseo-pedro-bernardo-4La existencia de monumentos megalíticos dentro del término municipal revela la presencia de asentamientos humanos en la zona en tiempos prehistóricos.[8]​[9]​

Las primeras referencias históricas al municipio se remiten al siglo XV de la mano de fray Diego de Jesús, natural de la localidad, en su obra Historia de la antigua fundación é cosas memorables del lugar de Nava la Solana. El autor se refiere al encargo que el rey Alfonso XI hizo en el siglo XIV a Gil Blázquez de reparar y repoblar aquella localidad levantada por Blasco Gimeno el Chico, siguiendo órdenes del concejo abulense en los inicios del siglo XII.[6]​

El nombre originario de la localidad que aparece en el título de la obra de Diego de Jesús, «Nava de la Solana», sería posteriormente abandonado a favor del de «Pedro Bernardo». Según parte de la doctrina, esto se habría producido a consecuencia de la conciliación entre dos importantes cabecillas de la contienda entre habitantes originarios y los más posteriores repobladores de origen leonés: Pedro Fernández y Bernardo Manso en el siglo XV. No obstante, está teoría ha sido puesta en tela de juicio por el historiador Juan Antonio Chavarría que afirma que el municipio aparece ya con el apelativo de “Pero Bernaldo" en Libro de la Montería de 1348.[10]​

La historia de Pedro Bernardo tiene un importante hito en 1679 cuando el rey Carlos II concedió al municipio el título de villa logrando sus habitantes su objetivo de independizarse administrativamente de la villa de Mombeltrán.[7]​

 Rollo de justicia
El siglo XVII comprende uno de los períodos de mayor crecimiento demográfico, recibiendo importantes flujos migratorios. Así, atraídos por el clima y las posibilidades de desarrollo que ofrecían las riquezas de la zona, Pedro Bernardo se vio favorecido por la llegada de familias procedentes de Galicia (principalmente de la zona de Lugo y Orense), y en menor medida de comarcas limítrofes: las Tierras de Talavera, el norte de La Mancha, la Campana de Oropesa, Tierra de Guadalupe y Villuercas, o los valles extremeños de Ibores, de la Vera y del Jerte.[cita requerida] También procedían de algunos pueblos serranos de la actual provincia de Ávila. En consecuencia, el siglo XVIII es uno de los períodos de mayor auge de la economía local, ya que el crecimiento demográfico y, por ende, el urbanístico, se hicieron notar en la economía cucharera.

Algunos barrios, como el de Los Adobes, fueron ampliados a lo largo del siglo XVIII como atestiguan la mayoría de las fechas grabadas en alguna de las piedras de las casas. También así lo apunta Juan González Robles Villanueva, que erigió la casa-curato en 1721 detrás de la iglesia parroquial y relató con gran detalle una buena descripción del estado de las distintas barriadas de la villa. Otra prueba más del auge de la economía y de la población de la villa se refleja en las fervientes actuaciones de ampliación y mejora del templo parroquial, a menudo sufragadas por los crecientes pobladores del lugar.[6]​ En esta época se instalan también la mayoría de las industrias de la villa: molinos aceiteros y harineros, fábricas de paños, batanes, telares y otros artesanatos.

Tras el aumento poblacional del siglo XVIII, venía por delante un fructífero siglo XIX, que sabría dar buen uso a la herencia de los primeros emprendedores industriales del siglo XVIII, ampliando incluso las edificaciones anteriores y creando otras nuevas, como el horno de pan que ocupa hoy una de las posadas de Pedro Bernardo. En el siglo XIX se mejoran algunas infraestructuras de comunicación y se trazan proyectos que, de haberse culminado, hubieran dado por fruto un Valle del Tiétar más desarrollado que el que conocemos, como el proyectado y nunca ejecutado ferrocarril que uniría Madrid con la Tierra de Plasencia.

Uno de los personajes que más contribuyó al desarrollo de Pedro Bernardo en el siglo XIX sería Rufino Martín-Romero, autor de la valiosa Reseña Histórica de la Villa de Pedro Bernardo (1899), quien tras la desamortización de Madoz y Mendizábal promovió la recuperación de las dehesas boyales para el común. Lo hizo mediante la recaudación de una pequeña (o gran) aportación pecuniaria a los vecinos, con la que se encargó de comprar la dehesa a los terratenientes catalanes que la poseían, devolviendo estas tierras a todo el pueblo de Pedro Bernardo para el uso de sus pastos y tierras de labranza. Hasta hoy ha perdurado este régimen de propiedad común, de donde se dice aquello de que «todos los de Pedro Bernardo tienen un trozo de tierra en la Dehesa».

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