
La piedra, la espada y la fe escribieron su historia .
El fruto de una trayectoria milenaria que ha sabido labrarse un destino propio
22/08/2025La historia de Sotillo de la Adrada es un viaje en el tiempo que atraviesa milenios, una crónica que comienza en la prehistoria y culmina con la consecución de una identidad propia e independiente en el siglo XVII. Los primeros vestigios de vida en la zona se remontan al Calcolítico, con hallazgos arqueológicos como las hachas de piedra pulimentada procedentes del cerro de la Escusa que confirman la presencia de comunidades humanas en estas tierras fértiles. La comarca estuvo habitada por el pueblo vetón, cuya cultura se extendía por toda esta región meseteña.
El devenir histórico de Sotillo comenzó a tomar forma durante la Edad Media. Aunque la Crónica de la población de Ávila alude a una batalla en un lugar llamado Sotillo, es difícil asegurar que se refiriera a este exacto paraje. Su pasado repoblador está indisolublemente ligado a la expansión del reino de Castilla bajo el impulso de Raimundo de Borgoña hacia 1182. El destino de la localidad quedó pronto atado al Señorío de La Adrada, siendo concedido en 1393 a Ruy López Dávalos y pasando posteriormente, alrededor de 1423, a pertenecer al poderoso condestable Don Álvaro de Luna, lo que consolidó su importancia dentro de las posesiones de la nobleza castellana.
La verdadera transformación de Sotillo llegó durante la Edad Moderna. En 1570 pasó a ser propiedad del Marqués de la Cueva y Portocarrero, y aunque ya en 1561 existía como aldea con sus propios alcaldes y regidores, siempre permaneció bajo la sombra jurisdiccional de la villa de La Adrada. Esta subordinación se mantuvo hasta 1571, cuando finalmente obtuvo su propio Concejo en tiempos de Felipe II. A lo largo del siglo XVI, la localidad experimentó un remarkable auge demográfico, impulsado por la prosperidad de su agricultura, comercio y larga tradición ganadera. La suavidad de sus lomas y los campos despejados -que dan origen al nombre de Sotillo- ofrecían condiciones ideales para el cultivo, llegando a convertirse en el lugar más poblado del Alto Tiétar.
Precisamente por ser una fuente de cuantiosos beneficios, la lucha por su independencia fue particularmente larga. No fue hasta el 7 de febrero de 1642, bajo el reinado de Felipe IV, cuando finalmente obtuvo el ansiado título de villa mediante su Carta de Villazgo. Este crucial hito le otorgó la total independencia para administrar su justicia y gobierno en un término municipal de 43 km², amojonado para la ocasión, adoptando desde entonces el nombre que ha permanecido hasta hoy: Sotillo de la Adrada. Un legado documental excepcional de esta época son las Ordenanzas municipales del Estado de La Adrada de 1501, cuya copia se conserva en el archivo municipal, ofrece una ventana única a la vida y organización social de la época.
Hacia mediados del siglo XIX, el diccionario de Pascual Madoz ya reflejaba una población consolidada de 1010 habitantes. Hoy, el patrimonio que se puede admirar -desde la imponente Iglesia Parroquial de la Santísima Trinidad hasta la devota Ermita de Nuestra Señora de los Remedios y la centenaria Fuente de los Cinco Caños- son testigos mudos de este extraordinario viaje histórico. Sotillo de la Adrada es, por tanto, el fruto de una trayectoria milenaria que ha sabido labrarse un destino propio, forjando un carácter independiente y próspero que perdura en el corazón del Valle del Tiétar
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