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Tacones en el Paseo de la Estación de Àvila

Tacones no tan lejanos en una ciudad amurallada

07/09/2025 Arami Garit Hernández. 

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Los ruidos no son ajenos a la creación de la humanidad. Ya desde el origen del universo en el Big Bang una explosión de mareria se dejo esparcir por nuestra galaxia hace miles de millones de años. Fue quizás el ruido más estremecedor que se ha escuchado jamás. A partir de ahí surge todo, la formación de lunas, volcanes en erupción, lluvias ácidas, helio disperso e infinitos choques de meteoros, planetas, ensordecedor. Luego el agua pasajera acompañante de cometas, el inicio de la vida, animales extraños, bipedos y Darwin hablando del mono. Esa imagen escalonada de libros de textos dónde al final aparecemos nosotros, lo humanos, inventores de los más variados y aturdidos ruidos, también hermosos,como no, la música el tambor de Manolo el futbolero, el ruido de los coches, las trompetas de aborígenes australianos, la corneta del legionario, podríamos estar creando otro universo paralelo al nuestro, eso sí afinariamos más en la cordura del choque de los átomos y el pito del tren. 
El ruido es necesario para comunicarnos, el silbido del habitante Gomero para anunciar una cita, en unas islas tan Canarias cómo su propio canto de pájaro enjaulado. Ruido, ruido, mucho ruido, como dijera Sabina en una de sus tantas canciones.
Vivir con ruido es tan habitual que ya se nos hace extraño al dormir, al caminar, en resúmenes, hasta el silencio nos inyecta un ruido único y sutil que se disimula suavemente como un ronroneo en los oídos que deja calma y Karma en el antojo de ése silencio. 

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Todo es bello, y necesario para adaptarse, respirar y vivir en comunidades dónde y soñar sin tener que escuchar el grito de la vecina de los Morancos con ese Josua ensordecedor y caótico se hace una emprendedora carrera. 
En resumen, el ruido alimenta diariamente todo lo que tocamos, amamos y escuchamos. Peroooo,,,,
Siendo tolerante aún, término poco usado habitualmente por la raza, digamos humana, hay un ruido en especial que martillea sin piedad mis orejas diminutas y mi cerebro aturdido. Los tacones de la vecina enrrabietada cuándo se le han pegado las sábanas y llega tarde al trabajo, los niños chillando y ella dale que dale a taconear cual Joaquín Cortés en un tablado de un tercer piso sin ascensor. 
Soportar tacones no tan lejanos en mis enfermos tímpanos es cruel, despiadado e incivico, pero no me queda otra que aguantar y aguantar y aguantar porque eso de tener derechos nos esta siendo más fuertes. Los deberes se lo pasan por el arco. Ante ésto que hacemos?, nada. Ella seguirá con sus tacones, yo seguiré con mis tapones.
Mientras, el mundo gira y gira dejando el ruido del ruido, impotencia del que vino a descansar su vejez, a leer a Delives, a Cela, un apasionado de su paz que la intolerancia de la vecina reguetonenera le destruye con sus malditos tacones de punta afilada y maleducada constancia. 
En fin,  regreso al mar. 


Arami Garit Hernández 
Actor, cantautor, escritor, profesor de artes escénicas. Oriundo de una Cuba que pierde a sus hijos.

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