
La piedra, la espada y la fe escribieron su historia .
En el Valle del Tiétar, donde el aire huele a pinares y la tierra se quiebra en gargantas profundas, es fácil perderse en la belleza evidente. Pero a veces, la esencia más pura de un lugar no reside en sus paisajes, sino en la quietud creativa de sus habitantes. Es en Casavieja donde encontramos a un hombre que encarna esta paradoja: un jardinero que cultiva, con igual esmero, rosales y sinfonías, parterres y poemas. Su obra es un secreto a voces que merece ser contado a gritos.
Tras la apariencia serena de un trabajador que conversa con la tierra, late el corazón de un artista multifacético. Nene es esa persona que demuestra que la vocación no tiene horario y que la creación es un impulso irrenunciable, tan necesario como el agua para las plantas que cuida. Su herramienta no es solo la podadera; es la guitarra que acaricia, la pluma que araña el papel y la voz que susurra verdades con la crudeza y ternura de quien ha observado el mundo desde la belleza serena de la flor.
Bucear en su espacio de Bandcamp, My Own Music Recordings, es adentrarse en un mundo íntimo y atmosférico. La pieza "Ruinas" es un perfecto ejemplo. No es una canción para escuchar de pasada; es una experiencia para sumergirse. No hay estridencias comerciales aquí. En su lugar, encontramos una composición meditativa, un tejido de sonidos ambientales y guitarra que evoca melancolía, introspección y una belleza algo desgastada, como la piedra de un viejo muro iluminada por la luna.
Es música que narra sin palabras. Habla de memoria, de lo que fue y perdura en forma de eco, de la quietud solemne que queda tras el paso del tiempo. Es el soundtrack ideal para un atardecer en la sierra, para una reflexión junto al río Tiétar o para simplemente dejar que la mente vague sin rumbo. Esta música no busca el golpe efectista; prefiere la caricia lenta y persistente que cala hondo en el estado de ánimo del oyente.
Su canal de YouTube, @hectornenofilus1972, actúa como el diario de abordo de su viaje creativo. Es un mosaico donde las piezas encajan para mostrar la amplitud de su registro. Aquí, la música se encuentra con la palabra. Versos propios se mezclan con versos sentidos y experimentaciones sonoras, dibujando el retrato de un autodidacta que explora el arte por pura necesidad del alma. Es un espacio genuino, sin pulir artificialmente, donde lo importante es el mensaje, no el envoltorio.
La genialidad no siempre lleva corbata ni habita en estudios de grabación ultramodernos. A veces, viste ropa de trabajo, huele a tierra húmeda y crea en el silencio sagrado de la noche. En nuestros pueblos hay una riqueza humana inconmensurable: filósofos tras el mostrador de un bar, poetas en la fragua y músicos que, como él, podan jardines de día y componen sinfonías de noche.
Su obra es un recordatorio profundamente intelectual de que el arte verdadero nace de la autenticidad, de la observación callada del mundo y del coraje de expresar lo que se lleva dentro, sin importar el ruido exterior. Es una lección de que las manos que cultivan la belleza tangible son las mismas que mejor saben dar forma a lo intangible.
Su historia es una invitación a prestar oído a los susurros creativos que nos rodean. A valorar al artista que no busca fama, sino simplemente existir y crear. Porque en un mundo lleno de ruido, la voz serena y profunda de un jardinero-músico-poeta puede ser el sonido más revolucionario que podamos escuchar.
La piedra, la espada y la fe escribieron su historia .
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