
La cita imprescindible del verano en Arenas de San Pedro
—Maldito trasto —gruñó Nuria, golpeando el interfaz tridimensional que tenía delante. Siguió con el dedo el cable que lo conectaba a la corriente, palmo a palmo, hasta la pared—. Todo parece estar bien —murmuró, y volvió a sentarse, recordando que no estaba sola—. Estos cacharros siempre fallan cuando más los necesitas.
Al otro lado de la mesa, Lucy observaba la máquina con atención. No dijo nada, pero una sonrisa se le dibujó al ver la frustración de Nuria.
El aparato, de medio metro cuadrado, reposaba sobre el escritorio con cuatro patas engomadas. De forma rectangular y acabado en madera, combinaba con el diseño de la habitación. En su parte trasera tenía conexiones de fibra de vidrio, pero Lucy solo alcanzaba a ver el frontal y los lados. Un panel de mandos mostraba distintos parámetros; al centro, una ruleta permitía elegir funciones. Debajo, una pantalla líquida parpadeaba con un error y un símbolo de carga detenido a la mitad. Un led rojo brillaba junto a una portezuela frontal, como un semáforo averiado.
Encima del logo de la marca —dos círculos atravesados por uno mayor— se leía: “Replicador Estándar”. Por una rejilla lateral salía una corriente de aire caliente, lo justo para que Lucy lo sintiera desde su posición.
Nuria volvió a golpear la máquina, esta vez con más precisión. El led cambió a verde. El símbolo de carga comenzó a avanzar. Un chirrido metálico resonó en el interior y el cristal de la portezuela se iluminó.
Lucy se inclinó ligeramente. Algo se materializaba dentro, lentamente. Cuando el símbolo de carga se completó, apareció un mensaje de OK en la pantalla y sonó un suave timbre. Nuria abrió la puerta y extrajo una taza de café recién "creada". Bebió un sorbo mientras sujetaba el platillo con la otra mano. Frunció el ceño.
—Mierda. Está frío —se quejó, y luego recordó a Lucy—. Perdón por el lenguaje...
Lucy se limitó a entregarle una hoja digital.
—Aquí tiene. Le traje el currículum, como me dijo. Por la plaza de secretaria.
Nuria asintió mientras lo leía. Pero su mente vagaba. En realidad, pensaba en algo más práctico que cualquier formación académica: se preguntaba si Lucy sabría manejar el antiguo Office que aún conservaban en el desván. O mejor aún, si sabría preparar un buen café, caliente, hecho a mano. Algo simple. Algo con alma.
Porque por muy eficiente que fuera el Replicador, había cosas que no lograba duplicar: la calidez justa, el aroma exacto, el ritual, lo humano. Lo auténtico.
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